La palabra autofagia deriva del griego formada por «autos» (αυτος), uno mismo, y por «phagein» (φαγηιν), comer o alimentar; es decir, "comerse a uno mismo", el mecanismo por el que las células de nuestro cuerpo se degradan y reciclan sus propios componentes.
Es un proceso por el que la célula descompone y destruye proteínas viejas, dañadas o anormales, y orgánulos u organelos, sustancias en situadas en su citoplasma (líquido en el interior de la célula). Y lo hacen mediante una especie de sacos de reciclaje llamados lisosomas.
La autofagia provee a nuestro cuerpo de combustible para generar energía y para la renovación celular.
La autofagia también ayuda a destruir virus y bacterias que causan infección y quizás impida que las células normales se vuelvan cancerosas.
En mamíferos, la autofagia regula el crecimiento celular, el desarrollo y la homeostasis. Mientras que en levaduras, la autofagia es inducida bajo condiciones de estrés celular, tales como falta de nutrientes, incremento de temperatura o estrés oxidativo.
La autofagia se ha relacionado con proliferación, diferenciación, respuesta inmune contra patógenos, cáncer, apoptosis… También permite a la célula obtener energía, ácidos grasos y aminoácidos permitiendo su supervivencia en condiciones adversas.
Un mecanismo de autofagia deficiente es causante de distintas enfermedades neurodegenerativas y previene la diabetes tipo 2.
En resumen, la autofagia reduce la probabilidad de contraer cierto tipo de enfermedades, refuerza el sistema inmune y prolonga la esperanza de vida.
El ejercicio de alta intensidad, como los entrenamiento HIIT o los tabatas, o el ayuno intermitente son formas de producir autofagia en nuestras células y de mejorar nuestra salud.
Thumm M, Egner R, Koch B, Schlumpberger M, Straub M, Veenhuis M, Wolf DH. Isolation of autophagocytosis mutants of Saccharomyces cerevisiae. FEBS Lett. 1994 Aug 1;349(2):275-80. doi: 10.1016/0014-5793(94)00672-5.