Estamos “diseñados” para ser adictos. ¡Aprovechémoslo!

Estamos “diseñados” para ser adictos. ¡Aprovechémoslo!

Todos tenemos una u otra adicción. Algunas son muy inocentes y otras inconfesables. La mayoría de las veces pasan desapercibidas como un hábito más y no les damos importancia. Pero lo cierto es que algunas de nuestras adicciones pueden tener un impacto muy positivo en nuestra salud y otras pueden tener un efecto devastador.

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Y puestos a elegir, seleccionar adicciones que nos hagan vivir más, con más felicidad parece lo más sensato.

Disclaimer: si tienes una adicción que perjudica tu salud física o mental es importante que acudas a un profesional sanitario para obtener la ayuda precisa y, cuanto antes, mejor
 

¿Qué son las adicciones?

Una adicción, en sentido amplio, es un comportamiento de dependencia a “algo” que de una u otra manera nos termina esclavizando, pero que en su origen nos causa una gran satisfacción, recompensa o alivio. Tener una adicción implica no ser libres y ser incapaces de decir no a un comportamiento dado.

La adquisición de una adicción es un proceso largo (uno no se convierte en adicto de un día al otro) y complejo ya que tiene una base biológica, psicológica y social.

En este sentido, la adicción “explota” la vulnerabilidad de nuestro cerebro a buscar y encontrar placer, al estimular el sistema dopaminérgico mesolímbico. 

Es decir, estamos diseñados para convertirnos en adictos… si bien es preciso un entorno social o psicológico que favorezcan la aparición y consolidación de la adicción. 

Así, tenemos una base biológica que nos predispone, pero que no nos determina.

A modo de ejemplo, son muchos los animales que “consumen” sustancias cuando las encuentran, desde los primates que aprovechan el alcohol de la fermentación natural de las frutas hasta los delfines que juegan con los peces globos para beneficiarse del colocón que les produce las toxinas que expelen a modo de defensa.

Sin embargo, sólo los humanos montamos una industria y una cultura en torno al alcohol o el tabaco que permite entonces un fácil acceso a los mismos.

Igualmente, el aspecto psicológico del consumo de sustancias es clave. El 70% de los soldados americanos en la guerra de Vietnam consumía drogas. Cerca del 20% heroína.

Pero al volver a casa, casi el 90% de los soldados dejaron las sustancias que consumían por sí mismos. Simplemente el cambio de entorno, de expectativas y del significado de sus vidas les permitieron rehacerlas con normalidad (sí, también hubo muchos soldados, como en todas las guerras, que no lo consiguieron).

Pero no sólo hay adicciones inducidas por el consumo de sustancias “físicas”. También las hay a conductas que disparan los mismos sistemas de recompensa en nuestro cerebro y aqui podrían entrar las relacionadas con el juego, el sexo, el trabajo, internet, las sectas, las relaciones tóxicas, etc.

Mientras en las primeras el adicto es dependiente de una sustancia externa que “necesita” consumir para sentir determinadas sensaciones en su cuerpo o generar un estado cerebral del que no puede sustraerse, en las segundas la persona ansía que haya en su sangre determinados niveles de neurotransmisores que se generan a través de cierto comportamiento o emoción. A modo de ejemplo, en la fase de “enamoramiento” somos literalmente adictos al objeto de nuestro amor…, porque buscamos con anhelo la dopamina, adrenalina y norepinefrina que nos genera.

¿Es posible tener adicciones buenas?

A lo largo de mi vida he tenido todo tipo de adicciones. Algunas malas y otras buenas. Las malas me las he ido quitando poco a poco (no sin bastante esfuerzo y fuerza de voluntad en algunas ocasiones) al tiempo que he ido adquiriendo cada vez mejores. 

¡Incluso aunque no lo parezcan! A modo de ejemplo, tengo una profunda adicción al café. Cada día caen 5 o 6 con facilidad (sin cafeína después de las 15.00 horas). Y claro, hay gente que se espanta al escuchar sobre esta adicción… pero no deja de ser excelente ya que me ofrece una gran cantidad de beneficios para una longevidad saludable.

Pero hay un matiz importante a tener en cuenta… hay una fina línea entre una adicción buena y una adicción mala. El sólo hecho de tener una adicción es jugar con fuego. En mi adicción al café, el resultado es positivo porque puedo tomar un descafeinado a partir de ciertas horas. En caso contrario, el café produciría una disrupción en mis ritmos circadianos afectando mi salud negativamente y no compensaría en absoluto sus beneficios.

Tomar el Sol puede ser adictivo. Hacerlo de manera compulsiva a medio día hasta quemarnos tiene efectos catastróficos en nuestra piel. Disfrutar de quince minutos al amanecer y otros 15 minutos al atardecer regulará nuestro ritmo circadiano, potenciará nuestro sistema inmune, mantendrá a nuestra mitocondrias muy contentas, etc.

Comer sano es uno de los pilares de la optimización de la salud. Pero si nos obsesionamos de tal forma con esta práctica que nos impide disfrutar de una comida en familia o una salida con amigos por evitar comer algo “indebido” sus beneficios se diluyen.

Practicar ejercicio es indiscutiblemente una práctica asociada a una longevidad saludable. Hacerlo todos los días sin dejar al cuerpo que descanse produce tal nivel de estrés que resulta más perjudicial que beneficioso.

¡Y así, puede haber otros muchos ejemplos! Hay adicciones que resultan beneficiosas y nos brindan la adherencia necesaria para tener comportamientos positivos para la salud. Pero tenemos que estar vigilantes para que no se conviertan en contraproducentes.

A veces, la línea entre unos y otros, es muy fina… Por ello, resulta sensato periódicamente revisar nuestros hábitos (ainsss… es tan fácil caer en una adicción sin darnos cuenta) y exploremos si alguno se ha convertido en una adicción y, si es el caso, si sus beneficios superan (o no) a sus perjuicios.

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Ideas clave

  • Una adicción, en sentido amplio, es un comportamiento de dependencia a “algo” que de una u otra manera nos termina esclavizando, pero que en su origen nos causa una gran satisfacción, recompensa o alivio. Tener una adicción implica no ser libres y ser incapaces de decir no a un comportamiento dado.
  • La adquisición de una adicción es un proceso largo (uno no se convierte en adicto de un día al otro) y complejo ya que tiene una base biológica, psicológica y social.
  • En este sentido, la adicción “explota” la vulnerabilidad de nuestro cerebro a buscar y encontrar placer, al estimular el sistema dopaminérgico mesolímbico. 
  • Es decir, estamos diseñados para convertirnos en adictos… si bien es preciso un entorno social o psicológico que favorezcan la aparición y consolidación de la adicción. 
  • Pero no sólo hay adicciones inducidas por el consumo de sustancias “físicas”. También las hay a conductas que disparan los mismos sistemas de recompensa en nuestro cerebro y aqui podrían entrar las relacionadas con el juego, el sexo, el trabajo, internet, las sectas, las relaciones tóxicas, etc.
  • Hay una fina línea entre una adicción buena y una adicción mala. El sólo hecho de tener una adicción es jugar con fuego. En mi adicción al café, el resultado es positivo porque puedo tomar un descafeinado a partir de ciertas horas. En caso contrario, el café produciría una disrupción en mis ritmos circadianos afectando mi salud negativamente y no compensaría en absoluto sus beneficios.
  • Tomar el Sol puede ser adictivo. Hacerlo de manera compulsiva a medio día hasta quemarnos tiene efectos catastróficos en nuestra piel. Disfrutar de quince minutos al amanecer y otros 15 minutos al atardecer regulará nuestro ritmo circadiano, potenciará nuestro sistema inmune, mantendrá a nuestra mitocondrias muy contentas, etc.
  • Comer sano es uno de los pilares de la optimización de la salud. Pero si nos obsesionamos de tal forma con esta práctica que nos impide disfrutar de una comida en familia o una salida con amigos por evitar comer algo “indebido” sus beneficios se diluyen.
  • ¡Y así, puede haber otros muchos ejemplos! Hay adicciones que resultan beneficiosas y nos brindan la adherencia necesaria para tener comportamientos positivos para la salud. Pero tenemos que estar vigilantes para que no se conviertan en contraproducentes.

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Redacción: Marcelo Lewin

Supervisión editorial: Carlos Gutiérrez

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