¿Por qué las mujeres envejecen peor... aunque viven más tiempo?

¿Por qué las mujeres envejecen peor... aunque viven más tiempo?

Sí, es un hecho que las mujeres envejecen "peor" (ahora definiremos a qué nos referimos) pero que viven más tiempo. Sin embargo, cada vez sabemos más sobre este proceso y podemos tomar medidas que conviertan el envejecimiento en una etapa de la vida más.

Índice

El envejecimiento en la mujer  

El envejecimiento es el resultado de una gran variedad de daños moleculares a lo largo del tiempo que dan lugar a una disminución gradual de nuestras capacidades físicas y mentales y no son consecuencia de accidentes ni enfermedades (si bien un gran número de dolencias aceleran este proceso).

Estos cambios no son lineales ni uniformes a lo largo del tiempo y dependen de multitud de variables, desde genéticas hasta de estilos de vida, pasando por (y aquí entramos en la materia) el sexo biológico de la persona.

Lo que marca esta diferencia en mujeres es el impacto de las hormonas en el organismo. Se tratan de mensajeros químicos del cuerpo que circulan a través de la sangre desde su lugar de fabricación hacia los órganos y tejidos, controlando numerosas funciones del organismo, desde el metabolismo hasta nuestro estado de ánimo.

Mientras en los hombres la testosterona disminuye de manera gradual, en las mujeres los niveles de estrógenos se reducen de manera drástica tras la menopausia.

Este cambio abrupto impacta a las mujeres simultáneamente en múltiples niveles:

  • aumento del riesgo de cardiopatías e infarto cerebral
  • disminución de la salud sexual 
  • mayor riesgo de osteoporosis
  • aumento de peso
  • disminución de la masa muscular y la fuerza
  • pérdida de los ciclos normales de vigilia-sueño
  • mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer
  • pérdida de colágeno en la piel
  • y un larguísimo etcétera…

Así, los efectos del envejecimiento se aceleran en la mujer tras la menopausia y luego se mantienen “estables” mientras que en los hombres el deterioro es más gradual, pareciendo de esta manera que las mujeres envejecen “peor” o, más bien, de manera más abrupta. 

¿Cómo disminuir el impacto de la menopausia? 

El impacto de la menopausia se puede minimizar a través de dos tipos de intervenciones.

En primer lugar, se recomienda una revisión completa de los hábitos para ajustarlos a esta “nueva realidad hormonal”, especialmente en aquellas áreas donde tenemos la capacidad de actuar:

  • reducir los niveles de cortisol producidos por el estrés físico y emocional
  • disminuir o evitar el consumo de alcohol
  • mantener unos niveles de glucosa estables (lo que implica mantener una dieta saludable en base a comida real y sin productos ultraprocesados)
  • seguir una buena higiene del sueño 
  • realizar actividad física de manera habitual, priorizando los ejercicios de fuerza
  • etc.

Estos cambios pueden mejorar la sintomatología, si bien no revierte el proceso de envejecimiento. Sin embargo, una mejor sintomatología gracias a un estilo de vida más saludable también impacta positivamente en el progreso de la longevidad, aumentando el número de años que se pueden vivir sin enfermedades discapacitantes o graves.

Si la sintomatología sigue siendo incontrolable, una vez implementadas las anteriores prácticas puede plantearse seguir una terapia hormonal sustitutiva, una decisión que ha de ser tomada junto con el médico para poder sopesar de manera detallada sus pros y sus contras.  

Las mujeres viven más (de momento)

Es un hecho estadístico que las mujeres viven más tiempo que los hombres y, aunque no existe un consenso claro y definitivo de por qué sucede esto, se barajan las siguientes causas:

- Los hombres suelen participar más a menudo en actividades más peligrosas (conducir temerariamente, subirse a una silla para cambiar una bombilla, etc.) y tienden a tener ocupaciones profesionales más propensas a sufrir algún tipo de accidente (obreros de la construcción, mineros, policías, etc.)

- Las mujeres se cuidan y acuden al médico más habitualmente, permitiendo ser diagnosticadas con un problema de salud mucho antes, aumentando así las posibilidades de tratamiento.

- Mantener una buena red de relaciones sociales y un propósito en la vida son claves para mantenerse sano, y una vez más, las mujeres suelen hacerlo mejor en estas áreas.

- En su conjunto, las mujeres suelen mostrar hábitos de vida más saludables que los hombres (si bien esto está cambiando de manera acelerada en las últimas décadas). 

¿Las mujeres... sufren más?

La respuesta corta es que sí, y contradice el mito tan extendido que afirma que las mujeres soportan mejor el dolor que los hombres.

El dolor, o más concretamente la tolerancia al mismo, es subjetivo y depende de cada persona, viéndose determinado por la genética, factores sociales y emocionales. 

Cada individuo es único, y así, nos podemos encontrar con hombres con una tolerancia muy baja al dolor y mujeres con una muy alta, de manera que el sexo biológico no determina al completo nuestra capacidad de soportar el dolor.

Y entonces, ¿de dónde viene el mito que afirma que las mujeres son más resistentes al dolor? Pues aparentemente se trata del recuerdo que tienen de dicho malestar. 

Con frecuencia, los hombres “magnifican” la percepción del dolor. De ahí que, ante un mismo estímulo doloroso, frecuentemente las mujeres sufren más pero lo comunican menos. En resumen, los hombres son más “quejicas” y las mujeres más “sufridas”.

En un estudio publicado por la revista Current Biology se comprobó que tanto los humanos hombres como los ratones macho recuerdan con mucha claridad las experiencias físicamente dolorosas, por lo que las sufren más y se estresan al recordarlas. Las mujeres, por el contrario, acostumbran a asimilar los momentos dolorosos como una experiencia más.

Sin embargo, en relación al dolor crónico no existe igualdad entre los hombres y las mujeres. Las mujeres son más propensas a experimentar dolor crónico que los hombres, pudiendo padecer molestias crónicas como migrañas, fibromialgia, síndrome del intestino irritable o afecciones autoinmunes como la artritis reumatoide, entre otras.

Este hecho, unido a la mayor esperanza de vida de la mujer, hace que tengan que convivir con el dolor durante más tiempo.

Dicho esto, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra situación? La respuesta es simple: reduciendo la duración y severidad de las enfermedades asociadas a la vejez, a través de la realización de hábitos saludables. Y cuanto antes incorporemos estos hábitos, mejor.

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Ideas clave

  • El envejecimiento es el resultado de una gran variedad de daños moleculares a lo largo del tiempo que dan lugar a una disminución gradual de nuestras capacidades físicas y mentales y no son consecuencia de accidentes ni enfermedades (si bien un gran número de dolencias aceleran este proceso).
  • Lo que marca esta diferencia en mujeres es el impacto de las hormonas en el organismo. Se tratan de mensajeros químicos del cuerpo que circulan a través de la sangre desde su lugar de fabricación hacia los órganos y tejidos, controlando numerosas funciones del organismo, desde el metabolismo hasta nuestro estado de ánimo.
  • Mientras en los hombres la testosterona disminuye de manera gradual, en las mujeres los niveles de estrógenos se reducen de manera drástica tras la menopausia, aumentando el riesgo de cardiopatías e infarto, osteoporosis, sobrepeso, cáncer, pérdida de colágeno, etc. 
  • Así, los efectos del envejecimiento se aceleran en la mujer tras la menopausia y luego se mantienen “estables” mientras que en los hombres el deterioro es más gradual, pareciendo de esta manera que las mujeres envejecen “peor” o, más bien, de manera más abrupta. 
  • El impacto de la menopausia se puede minimizar a través de dos tipos de intervenciones. En primer lugar, se recomienda una revisión completa de los hábitos para ajustarlos a esta “nueva realidad hormonal”, especialmente en aquellas áreas donde tenemos la capacidad de actuar: dieta, sustancias nocivas, ejercicio, sueño, etc.
  • Estos cambios pueden mejorar la sintomatología, si bien no revierte el proceso de envejecimiento. Sin embargo, una mejor sintomatología gracias a un estilo de vida más saludable también impacta positivamente en el progreso de la longevidad, aumentando el número de años que se pueden vivir sin enfermedades discapacitantes o graves.
  • Si la sintomatología sigue siendo incontrolable, una vez implementadas las anteriores prácticas puede plantearse seguir una terapia hormonal sustitutiva, una decisión que ha de ser tomada junto con el médico para poder sopesar de manera detallada sus pros y sus contras.
  • Es un hecho estadístico que las mujeres viven más tiempo que los hombres y, aunque no existe un consenso claro y definitivo de por qué sucede esto, se barajan las siguientes causas: los hombres son má stemerarios, las mujeres se cuidan más y se diagnostican antes, mantienen una buena red social, tienen hábitos de vida más saludables.
  • Con frecuencia, los hombres “magnifican” la percepción del dolor. De ahí que, ante un mismo estímulo doloroso, frecuentemente las mujeres sufren más pero lo comunican menos. En resumen, los hombres son más “quejicas” y las mujeres más “sufridas”.
  • En un estudio publicado por la revista Current Biology se comprobó que tanto los humanos hombres como los ratones macho recuerdan con mucha claridad las experiencias físicamente dolorosas, por lo que las sufren más y se estresan al recordarlas. Las mujeres, por el contrario, acostumbran a asimilar los momentos dolorosos como una experiencia más.
  • Las mujeres son más propensas a experimentar dolor crónico que los hombres, pudiendo padecer molestias crónicas como migrañas, fibromialgia, síndrome del intestino irritable o afecciones autoinmunes como la artritis reumatoide, entre otras.
  • Este hecho, unido a la mayor esperanza de vida de la mujer, hace que tengan que convivir con el dolor durante más tiempo.

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Fuente:

Redacción: Marcelo Lewin

Supervisión editorial: Carlos Gutiérrez

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