En la salud y la enfermedad... El amor puede con todo

En la salud y la enfermedad... El amor puede con todo

Todos nos enternecemos cuando escuchamos esas historias de un abuelito que lleva casado 60 años y, al morir su compañera de toda la vida, también fenece al poco tiempo (sí, también hay historias donde es el abuelito el que fallece primero). Pero no son historias aisladas y existe mucha evidencia científica que explica este fenómeno. 

Índice

Estar casado felizmente aumenta nuestra esperanza de vida saludable

Las parejas que son felices (esto es clave) viven mucho más tiempo y en condiciones más saludables que aquellas personas que envejecen solas o lo hacen con una pareja con la que no se es feliz.

¿Significa esto que para vivir más tiempo y de manera más saludable necesitamos tener una pareja con la que seamos felices? La respuesta corta es un sí, con algunas excepciones. Pero veamos la respuesta larga donde podemos profundizar en las matizaciones.

El estudio sobre el Desarrollo Adulto realizado en Harvard, con una duración de casi 80 años, mostraba que una relación estrecha con la comunidad que nos rodea nos ayuda a vivir más tiempo y ser más felices.

Son las relaciones cercanas, más que el dinero o la fama, las que mantienen felices a las personas durante toda su vida. Estos lazos protegen a las personas del descontento de la vida, ayudan a retrasar el deterioro mental y físico y son mejores predictores de vidas largas y felices que la clase social, el coeficiente intelectual o incluso los genes. 

Los investigadores examinaron minuciosamente una gran cantidad de datos, incluyendo amplios historiales médicos, obtenidos a través de cientos de entrevistas y cuestionarios en persona, encontrando una fuerte correlación entre una vida plena de un individuo y sus relaciones con la familia, los amigos y la comunidad. Varios estudios encontraron que el nivel de satisfacción de las personas con sus relaciones a los 50 años era un mejor indicador de la salud física que sus niveles de colesterol.

De hecho, a esta edad, no fueron sus niveles de colesterol los que predijeron cómo iban a envejecer, sino lo satisfechos que estaban con sus relaciones y entorno. Las personas que estaban más complacidas con sus relaciones a los 50 años eran las más saludables a los 80.

Y profundizando un poco más, también encontraron que la satisfacción marital tiene un efecto protector sobre la salud mental de las personas. Así, el estudio descubrió que las personas que tuvieron matrimonios felices, a los 80 años informaban que su estado de ánimo no sufría ni siquiera en los días en que tenían más dolor físico. Aquellos que tuvieron matrimonios infelices sintieron más dolor emocional y físico.

En resumen, la soledad mata, puede que incluso tanto como fumar o beber mucho alcohol.

Lógicamente, tener malos hábitos de vida (fumar, beber alcohol, el sedentarismo, una mala alimentación, etc.) impacta de manera notable nuestra esperanza de vida, pero precisamente aquellas personas con mejores relaciones parecen desarrollar menos hábitos perjudiciales.

Otro estudio realizado por el psiquiatra George Vaillant mostró que el papel de la genética y los antepasados longevos resultó menos importante para la longevidad que el nivel de satisfacción con las relaciones en la mediana edad.

Hasta ahora, hemos ido mezclando a lo largo del texto la necesidad de mantener un buen nivel de relaciones sociales y tener pareja con la longevidad. Y esto está relacionado por varios motivos:
 

  • En una relación de pareja feliz, a lo largo de los años, la pasión se transforma en amistad. Contar con un amigo tan íntimo y profundo nos brinda paz, seguridad y tranquilidad.
  • Conforme envejecemos nos resulta más difícil tener nuevas amistades y nos volvemos más huraños y solitarios. Ser dos personas en un equipo duplica las posibilidades de socialización y de estar en contacto con otros individuos. Nuestra especie es social y mantener vínculos con el máximo número posible de personas a lo largo de toda nuestra vida nos resulta beneficioso.
  • Este tipo de parejas se cuidan las unas a las otras, adoptando mejores hábitos de vida y preocupándose de realizar los cambios y acciones precisas para mantenerse con salud.
  • Si tienen hijos, y han construido una familia sólida, estos también se preocupan por sus padres y además ampliarán el círculo de relaciones a través de sus parejas, amigos, etc.
  • Las parejas se construyen en torno a propósitos comunes que, aunque cambian a lo largo del tiempo, mantienen la ilusión y la esperanza hacia el futuro (desde tener hijos y educarlos o viajar todos los años a lugares exóticos hasta plantar un huerto o asistir juntos a un servicio religioso).


¿Esto significa que los solteros (sí, sí, las solteras también) empedernidos están condenados a vivir menos años y padecer más durante la vejez?

Y la respuesta, como casi siempre, es un depende. Aquellas personas solteras capaces de mantener a lo largo de sus vidas un fuerte enlace con su comunidad más cercana y además mantienen un propósito para sus vidas (en una newsletter posterior abordaremos este tema que, al menos a mí, me fascina) obtienen los mismos beneficios que aquellas que están felizmente casadas.

Un ejemplo curioso es el de las monjas de clausura… que viven más años que la media y con una salud física y mental superior.

Pero no hace falta ser monja de clausura para disfrutar de una longevidad saludable siendo soltero, pero sí es preciso:

  • mantener fuertes lazos con su entorno más cercano
  • tener un propósito de vida 
  • practicar buenos hábitos fundamentales para la salud como la nutrición, la actividad física, el sueño y el estado mental
  • etc.

Desgraciadamente, en la práctica, son pocos los solteros que lo consiguen… (uppsss)

Por lo tanto, si queremos vivir más, tenemos que cuidar nuestras relaciones y ser felices… ¿Pero… cómo opera esta felicidad a nivel fisiológico? ¿Por qué ser felices y estar acompañados nos hace vivir más?

¡Lo vemos a continuación!
 

¿Cómo pueden nuestros pensamientos y emociones afectar a nuestra fisiología?

Tal y como hemos visto en otras ocasiones, no somos ajenos a nuestra historia evolutiva. Nuestros ancestros de la sabana africana que vivían en comunidad sobrevivían en medios hostiles, y por ello evolucionamos a lo largo de millones de años de manera que la salud y la enfermedad dependieran también de nuestra relación con nuestros congéneres y de cómo es esta relación.

¿Suena sorprendente? Quizá, pero lo cierto es que cada segundo nuestro cuerpo reacciona físicamente frente a nuestros pensamientos y emociones.

El simple hecho de pensar en algo hace que el cerebro libere una serie de mensajeros químicos llamados neurotransmisores que pueden controlar todas las funciones del cuerpo, en cascadas de señalización a más bajo nivel, desde la digestión hasta las hormonas o nuestros sentimientos. Por lo tanto, la actividad neuronal cambia indirectamente la estructura neuronal y nuestros pensamientos afectan a nuestro cuerpo. 

Con esto queremos señalar que existe una fuerte correlación entre la salud mental, las emociones, nuestros pensamiento y las funciones corporales. Sin embargo, todas y cada una de estas conexiones deben tener (y siempre tienen) un vínculo fisiopatológico real, con procesos bioquímicos o electroquímicos determinados (algunos bien conocidos y estudiados y otros, por el momento, no). 

A modo de ejemplo, el efecto placebo se debe a liberación de endorfinas o bloqueo de nociceptores, aumentando el umbral del dolor, pero todos estos procesos tienen un fundamento físico, real, objetivo y medible. 

Los estudios han demostrado que los pensamientos por sí solos pueden mejorar la visión, el estado físico y la fuerza. El efecto placebo del que hablábamos funciona gracias al poder del pensamiento. Se ha demostrado que las expectativas, las percepciones y las asociaciones aprendidas cambian la química y los circuitos del cerebro, lo que da como resultado resultados fisiológicos y cognitivos reales, como menos fatiga, menor reacción del sistema inmunológico, niveles elevados de hormonas y reducción de la ansiedad.

Dado que cada pensamiento crea un cambio neuroquímico diferente, que puede ser permanente o temporal, tiene sentido pensar en positivo y tener experiencias satisfactorias. Si por ejemplo ayudamos en algo a nuestra pareja y nos lo agradece, seremos recompensados con la felicidad, debido a la dopamina, que es uno de los neurotransmisores gratificantes que se segregan al ayudar a los demás.

Así, si tenemos una relación de pareja estable y feliz, nuestros niveles de cortisol se reducirán y nuestros niveles de salud se optimizarán...

Por lo tanto, cada vez que hablemos de los beneficios en la longevidad de tener una buena relación con nuestra pareja y/o entorno social, en realidad nos referimos a la disminución del cortisol, como hormona del estrés, y del aumento de hormonas de la felicidad como la endorfina, la serotonina, la dopamina y la oxitocina que desencadenan toda una serie de efectos beneficiosos en la fisiología del cuerpo humano.

El pensamiento es una herramienta de salud muy poderosa (en cierta manera, es la más importante): sin la motivación necesaria para cuidar de nuestra propia salud, su estado mermará muy rápidamente. De ahí la importancia de tener un propósito en la vida como comentaba con anterioridad.

Esto puede verse en muchas ocasiones en estudios epidemiológicos de personas que se jubilan y no tienen un “sentido del propósito claro”, habiéndose observado que su salud empeora mucho más rápido que las personas que siguen trabajando o que tienen una actividad social o personal elevada en la vejez. ¿Por qué? La jubilación en sí no “empeora” la salud, pero puede conllevar que la persona deje de vigilar su dieta, ejercicio y relaciones sociales, lo que, indirectamente, lleva a problemas de salud. 

La depresión es otro ejemplo de un trastorno psicológico que conlleva grandes repercusiones en la salud general, por el mismo motivo: la depresión en sí no provoca daños moleculares en el organismo, pero sí de forma indirecta si la persona empeora mucho su estilo de vida, una situación muy común en este tipo de patologías.

Vigilar los pensamientos y nuestras emociones, por lo tanto, es un punto clave de un envejecimiento saludable. Dentro de ciertos parámetros, la mente y el cuerpo operan dinámicamente. 

Y tener una pareja (o un entorno sólido de relaciones) nos aporta la felicidad y tranquilidad precisas para mantenernos en un estado mental sano y con un propósito común a futuro.
 

El sexo te ayuda a vivir más

Existe otra variable importante para la salud en una relación de pareja estable y feliz. ¡Se tiene más sexo! Sí, el sexo se puede y se debe mantener con independencia de la edad. Y no es un factor menor ya que, más allá de resultar placentero, ofrece un buen número de beneficios:

1- Mejora el sistema inmunológico. Durante el sexo el cuerpo produce grandes cantidades de la hormona DHEA (dehidroepiandrosterona), un químico anti-edad que produce el propio cuerpo y nos ayuda a estar más sanos.

2- Nos hace sentir mejor. El sexo aumenta los niveles de serotonina o endorfinas entre otros neurotransmisores y, en consecuencia, hace que nos sintamos más activos y animados. Incluso mejora nuestra autoestima.

3- Protege contra la gripe o el resfriado. Tener sexo una o dos veces a la semana aumenta, hasta en un 30%, los niveles de un anticuerpo llamado Inmunoglobulina A (IgA), que actúa como protector contra el resfriado y la gripe.

4- Mejora nuestro estado físico. El sexo es una uno de los mejores deportes. 30 minutos de sexo queman hasta 100 calorías. Por lo tanto, nos ayuda a perder peso y a estar en forma.

5- Reduce el dolor. El sexo proporciona endorfinas, llamadas opioides naturales porque los produce el propio cuerpo. Así, el sexo ayuda a reducir todo tipo de dolores.

6- Evita enfermedades cardiovasculares. Tener sexo una o dos veces por semana reduce a la mitad el riesgo de un ataque cardíaco, en comparación con aquellas personas que solamente tienen relaciones sexuales una vez al mes.

7- Mejora nuestra piel. El sexo hace que aumente el flujo de sangre y nutrientes a la piel, lo que favorece el desarrollo de las células nuevas de la región cutánea, causando que esta se vea más saludable, con menos arrugas y más brillante.

8- Reduce el estrés. El sexo es la mejor terapia antiestrés, ya que reduce la hormona cortisol, la que se produce cuando tenemos altos niveles de estrés.

9- Favorece el sueño. El sexo estimula la producción de melatonina, un neuroquímico que contribuye a inducir al sueño profundo. De hecho, la melatonina suele ser un tratamiento habitual contra el insomnio.

10- Evita enfermedades neurodegenerativas. Un estudio de 2010, publicado en la revista Plos One, descubrió un vínculo entre la actividad sexual y el crecimiento neuronal en ratas macho. Específicamente, las ratas a las que se les permitió tener relaciones sexuales diariamente durante un período de dos semanas demostraron un mayor crecimiento neuronal que las ratas a las que solo se les permitió tener relaciones sexuales una vez durante el mismo período de tiempo. Asimismo, la actividad sexual diaria no solo estaba asociada con la generación de más neuronas nuevas, sino también con una función cognitiva mejorada.

Solo con los beneficios antes indicados ya es más que patente que el sexo beneficia nuestra salud y, en consecuencia, nos ayuda a alargar nuestra vida. Pero hay más, una investigación realizada a lo largo de 9 años con 10.000 personas con datos de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) mostró que las personas que tuvieron relaciones sexuales hasta 51 veces durante un año tenían aproximadamente un tercio menos de probabilidades de morir que las que solo lo habían hecho una o ninguna vez. Por su lado, las que lo hicieron al menos una vez por semana tenían solo la mitad de probabilidades de morir. Las muertes por cáncer y enfermedades cardiovasculares fueron menores entre las personas con mayor frecuencia sexual.

Según los investigadores, por una parte esto se debe a que durante el sexo liberamos endorfinas, que aumentan la actividad de las células asesinas naturales del sistema inmunológico que nos protegen contra las infecciones e incluso el cáncer. Pero también puede haber otra posibilidad: la alta frecuencia sexual es en gran parte una consecuencia de las relaciones comprometidas, y la calidad de la relación más que el sexo en sí es lo que reduce la mortalidad. Es decir, estar involucrados en una relación amorosa y sexual satisfactoria nos ayuda a vivir más. 

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Ideas clave

  • Las parejas que son felices (esto es clave) viven mucho más tiempo y en condiciones más saludables que aquellas personas que envejecen solas o lo hacen con una pareja con la que no se es feliz.
  • El estudio sobre el Desarrollo Adulto realizado en Harvard, con una duración de casi 80 años, mostraba que una relación estrecha con la comunidad que nos rodea nos ayuda a vivir más tiempo y ser más felices.
  • Son las relaciones cercanas, más que el dinero o la fama, las que mantienen felices a las personas durante toda su vida. Estos lazos protegen a las personas del descontento de la vida, ayudan a retrasar el deterioro mental y físico y son mejores predictores de vidas largas y felices que la clase social, el coeficiente intelectual o incluso los genes. 
  • Y profundizando un poco más, también encontraron que la satisfacción marital tiene un efecto protector sobre la salud mental de las personas. Así, el estudio descubrió que las personas que tuvieron matrimonios felices, a los 80 años informaban que su estado de ánimo no sufría ni siquiera en los días en que tenían más dolor físico. Aquellos que tuvieron matrimonios infelices sintieron más dolor emocional y físico.
  • Lógicamente, tener malos hábitos de vida (fumar, beber alcohol, el sedentarismo, una mala alimentación, etc.) impacta de manera notable nuestra esperanza de vida, pero precisamente aquellas personas con mejores relaciones parecen desarrollar menos hábitos perjudiciales.
  • Sin embargo, aquellas personas solteras capaces de mantener a lo largo de sus vidas un fuerte enlace con su comunidad más cercana y además mantienen un propósito para sus vidas (en una newsletter posterior abordaremos este tema que, al menos a mí, me fascina) obtienen los mismos beneficios que aquellas que están felizmente casadas.
  • El simple hecho de pensar en algo hace que el cerebro libere una serie de mensajeros químicos llamados neurotransmisores que pueden controlar todas las funciones del cuerpo, en cascadas de señalización a más bajo nivel, desde la digestión hasta las hormonas o nuestros sentimientos. Por lo tanto, la actividad neuronal cambia indirectamente la estructura neuronal y nuestros pensamientos afectan a nuestro cuerpo. 
  • Con esto queremos señalar que existe una fuerte correlación entre la salud mental, las emociones, nuestros pensamiento y las funciones corporales. Sin embargo, todas y cada una de estas conexiones deben tener (y siempre tienen) un vínculo fisiopatológico real, con procesos bioquímicos o electroquímicos determinados (algunos bien conocidos y estudiados y otros, por el momento, no). 
  • Se ha demostrado que las expectativas, las percepciones y las asociaciones aprendidas cambian la química y los circuitos del cerebro, lo que da como resultado resultados fisiológicos y cognitivos reales, como menos fatiga, menor reacción del sistema inmunológico, niveles elevados de hormonas y reducción de la ansiedad.
  • Si por ejemplo ayudamos en algo a nuestra pareja y nos lo agradece, seremos recompensados con la felicidad, debido a la dopamina, que es uno de los neurotransmisores gratificantes que se segregan al ayudar a los demás.
  • Por lo tanto, cada vez que hablemos de los beneficios en la longevidad de tener una buena relación con nuestra pareja y/o entorno social, en realidad nos referimos a la disminución del cortisol, como hormona del estrés, y del aumento de hormonas de la felicidad como la endorfina, la serotonina, la dopamina y la oxitocina que desencadenan toda una serie de efectos beneficiosos en la fisiología del cuerpo humano.
  • Vigilar los pensamientos y nuestras emociones, por lo tanto, es un punto clave de un envejecimiento saludable. Dentro de ciertos parámetros, la mente y el cuerpo operan dinámicamente. 
  • Además, el sexo nos ofrece muchos beneficios como mejorar el sistema inmunológico, hacernos sentir mejor, proteger contra el resfriado o la gripe, reducir el dolor, evitar enfermedades cardiovasculares...
  • Y, por supuesto, nos ayuda a vivir más.

Enfermedades relacionadas

Fuente:

  • Sahm A, Platzer M, Koch P, Henning Y, Bens M, Groth M, Burda H, Begall S, Ting S, Goetz M, Van Daele P, Staniszewska M, Klose JM, Costa PF, Hoffmann S, Szafranski K, Dammann P. Increased longevity due to sexual activity in mole-rats is associated with transcriptional changes in the HPA stress axis. Elife. 2021 Mar 16;10:e57843. doi: 10.7554/eLife.57843. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33724179/
 
  • “Trends in Sexual Activity and Associations With All-Cause and Cause-Specific Mortality Among US Adults”, Chao Cao, Lin Yang, Tian lin Xu, Patricia A. Cavazos-Rehg, Qinran Liu, Daragh McDermott, Nicola Veronese, Thomas Waldhoer, Petre Cristian Ilie, Shahrokh F. Shariat, Lee Smith. The Journal of Sexual Medicine. https://doi.org/10.1016/j.jsxm.2020.05.028
 
  • Leuner, B., Glasper, E. R., & Gould, E. (2010). Sexual experience promotes adult neurogenesis in the hippocampus despite an initial elevation in stress hormones. PLoS One, 5(7), e11597.

Redacción: Marcelo Lewin

Supervisión editorial: Carlos Gutiérrez

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